domingo, 12 de abril de 2015

la tragica historia de smirnof


                                        EN LA ACTUALIDAD UNA LUCHA CONTINUA

En cada familia hay historias  negras y blancas. La historia las  familias es como la historia de Rusia, trágica de Piotr Smirnov (1831-1898), el patriarca de la familia.

Kira Vladímirovna Smirnova, que vive en un modesto apartamento en el sur de Moscú, mantiene desde hace 20 años una ardua lucha por rescatar del olvido la historia de sus antepasados frente a la inacción de sus propios compatriotas y la frontal oposición de la multinacional que comercializa el vodka conocido como Smirnoff.
La historia arranca en 1858 cuando Piotr, su hermano Yakob y su padre, Arseni, viajan a Moscú para ganarse la vida. Kira aún conserva un documento de registro que corrobora el viaje que los Smirnov realizaron desde la histórica ciudad de Yaroslavl a la capital imperio zarista. Los Smirnov aún no eran libres, por lo que no pudieron asentarse libremente en Moscú hasta que el zar Alejandro II acabó con la servidumbre y liberó a 23 millones de campesinos rusos en febrero de 1861, dos años antes de que Abraham Lincoln suscribiera, el día de Año Nuevo de 1863, la emancipación de los negros americanos.
Los siervos rusos, y nuestro protagonista no eran una excepción, carecían incluso de apellido. Dice Kira que el apellido Smirnov que recibieron procede de la palabra «smirni» (manso, pacífico), ya que ésos eran los rasgos de carácter de sus creyentes antepasados.
UNA HISTORIA INMEMORABLE DE RECORDAR

A partir de ese momento, Piotr aplicó todo su ingenio para labrarse un porvenir en Moscú. No lo tuvo fácil, ya que era analfabeto. Primero trabajó como lavaplatos y, años después, regentó una bodega en la que se vendía vino y otras bebidas alcohólicas. De hecho, el vodka se vendía con el sobrenombre de «vino de mesa».
La primera fábrica de Piotr Smirnov contaba con nueve empleados a orillas del río Moskova. La siguiente, instalada en la legendaria calle Piátnitskaya, era un edificio de dos plantas en el que trabajaban cien trabajadores. «Los Smirnov eran muy creyentes. Amaban el trabajo y los contratos se firmaban de palabra y con un apretón de manos», apunta Kira. Smirnov se casó tres veces (Nadezhda, Natalia y María) y tuvo diez hijos, entre ellos Vladímir (1875-1934), abuelo de Kira, que se niega a desvelar su edad, aunque confiesa que nació antes de la guerra contra la Alemania nazi.
En 1870, Piotr se animó a cruzar las fronteras del imperio y comercializar el vodka por Europa. Para ello, y con el fin de cautivar a los consumidores occidentales, modificó la terminación de su apellido a Smirnoff. Sus bebidas tuvieron éxito desde el principio y, tras muchos años de espera, en 1886, Smirnov fue nombrado suministrador oficial de la corte imperial de Alejandro III. «Él fue un siervo, así que sabía lo que era la miseria. Por eso hizo muchas obras de caridad y financió la construcción de hospitales, escuelas e iglesias. Quería que Rusia fuera un país normal y que la gente viviera bien», señala Kira.
En esos años todo eran satisfacciones para Piotr Smirnov, uno de los hombres más admirados del imperio ruso. Se había convertido en abastecedor de las principales monarquías del continente, desde Noruega a Holanda, desde Dinamarca a Inglaterra, y desde Suecia a España. Kira aún conserva las imágenes de las medallas y órdenes que la reina española Isabel II concedió a su bisabuelo con ocasión de la Exposición Universal de Barcelona (1888), y también las recibidas en la Expo de París al año siguiente.
PALABRAS MEMORABLES 
una gran marca detrás de una gran nube negra como lo es esmirnof y kira que aun lucha por mantener un legado inmemorable

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